Columna escrita por Nando Collado
Cuando Montoro se pone el Estado por montera suceden cosas escalofriantes. Lo han pagado estos años los ciudadanos como consecuencia de la política del Gobierno de España. Muevo la tijera, muevo el bisturí, recorto por allá y también por aquí (Montoro y Pegamoides). Pero nunca contra las grandes fortunas o las Sicav. Jamás sobre el cuello duro, siempre contra los de colleja fácil. Ya saben: trabajadores, clases medias, autónomos, pensionistas o desfavorecidos, entre otros.
El ministro que habla con ligereza fiscal a propósito de actores, periodistas o políticos rivales no ha sido capaz de alargar su sombra ni siquiera hasta los alrededores de los amos del pastizal.
Harto de hacer un siete diario a los harapos de la ciudadanía, Montoro, en comandita con Mariano, decidió bajar los impuestos que previamente había disparado, no sin antes olisquear las elecciones. Como en mayo las urnas cerraron sus bocas a millones de votos del PP, el titular de Hacienda no ha dudado en dar un golpe de efecto con la rebaja del IRPF. Una media de 20 euritos de más en las nóminas que, también con anterioridad, habían desaparecido. En ese trasiego perverso de reponer lo quitado siempre pierde el ciudadano, porque nunca se restituye el valor real de lo confiscado.
De modo que el Gobierno Rajoy ha tratado de dulcificar sus incisivos sin conseguirlo, con más pena que gloria y pañuelos de desaprobación en el tendido por teñir la oportunidad de oportunismo. Aun así el alacrán siempre pica: el Estado pretende ahora trasladar una amplia batería de recortes a las comunidades autónomas (recorta tú que a mí me da la risa) a través del CPFF, lo que pone a la mayoría en pie de guerra a cuenta de un listón de déficit (0,3%) injusto y extemporáneo que ahoga a las autonomías, cuando el Estado dispone para sí del 2,2%. Pasen, vean y juzguen.