Columna escrita por José Ángel San Martín
Lo peor del infierno de la Segunda B no es el calor, sino la soledad. El sentimiento racinguista tiene un fatal presentimiento: toca una temporada más de trashumancia por localidades que solo aparecen en Google Maps.
Todos los dólares Trump están apostados contra las galletas Fontaneda a que en el Miniestadi no habrá maxi sorpresa. Y la culpa la podría tener un delantero cuyo nombre empezábamos a pronunciar sin dificultad, Abdón Prats, cuando nos envió a la lona con una expulsión tan justa que no recurriría ningún abogado sensato.
El fútbol mueve montañas, especialmente las del dinero fácil. Y esta ciudad de primera seguirá teniendo un equipo de segunda, fila B, que nos enseñará la geografía B. Un castigo deportivo con premio de cultura general: Boiro es un municipio coruñés y no uno de los 118 elementos de la tabla periódica de los químicos. Y lealtad no es un adjetivo eufónico, sino un equipillo de Villaviciosa, patria de la sidra.
El calor desmesurado de este verano presagia ya el ardiente infierno y el duro invierno que le aguardan al Rácing. Un infierno más cruel por la soledad que por el fuego eterno de soplete. Tardaremos en olvidar la tarde que pudo ser mágica. Un 18 de junio de 2017 en el que un jugador con cuyo nombre ya nos habíamos quedado, Abdón Prats, nos devolvió a nuestra triste condición de perdedores.
Scott Fitzgerald dejó dicho, antes de conocer al Rácing de nuestros amores, que hablaba con la autoridad incontestable que solo da el fracaso. Fracasar en la condición innegociable previa a triunfar. Y este equipo centenario que tanta utilidad da al Google Maps triunfará más temprano que tarde.
Aunque su afición se haya aficionado a perder como quien se aficiona al Ibuprofeno.
@JAngelSanMartin