Columna escrita por Miguel del Río
Tenía poco España a las espaldas, y ahora salen al ruedo ibérico una pila de pirómanos de todo signo, que se dedican a provocar incendios a destajo. Los titulares no pueden ser más terribles: “Arde Cantabria”, “Arde Asturias” o “Arde Galicia”, ya que son las principales regiones donde se están cometiendo lo que muchos consideran, con razón, terrorismo medioambiental. Es cierto que en los años de crisis y de recortes las zonas rurales han quedado muy abandonadas, sobre todo en lo que respecta a tener bien limpios los montes y otros maravillosos enclaves que deben tener especial protección.
Pero luego está el lado humano de todos estos incendios provocados.Cualquier persona con dos dedos de frente no atiende a comprender el por qué de tanta maldad hacia la riqueza ecológica de los pueblos. He leído de todo sobre las quemas, y seguido tan bien las pocas detenciones que se han podido llevar a cabo respecto a los causantes. Queda claro que la legislación española está pidiendo a gritos una elevación de penas para todos aquellos implicados en los fuegos provocados. Asturias, comunidad que está sufriendo como ninguna otra los incendios, hace un desesperado llamamiento a los ciudadanos para que denuncien a los pirómanos, y no consintamos que la destrucción de nuestros bellos entornos siga avanzando sin que mucho se pueda hacer, hoy por hoy, para atajarlo. Sí, la implicación de todos puede ser un remedio a medio plazo, para cortar de raíz lo que es una auténtica hecatombe para muchos pueblos de España. Los pirómanos no se paran en nada: ni con los parajes, los bosques, las casas o las poblaciones donde viven y trabajan personas. Se señalan muchas culpas y también posibles culpables. No lo sé, porque en todo caso la presunción de inocencia es un derecho que debe amparar a todo hijo de vecino. Lo que sí tengo muy claro es que, en la mayoría de las ocasiones, los habitantes de las zonas arrasadas saben mucho de pirómanos y de sus trastornadas aficiones a quemarlo todo en determinadas épocas del año, como viene sucediendo en estos primeros meses del 2019. Nos jugamos nuestro ecosistema, en tiempos además de un claro Cambio Climático, y por eso hay que legislar de la manera que exigen estos negros tiempos de humaredas incontroladas.