Columna escrita por Miguel del Río
Es un hecho probado que desde 2015 nacen muchos menos niños en España. Cantabria, entre sus peculiaridades, entra de lleno en esta estadística cuesta abajo en lo que a alumbramientos se refiere. La conclusión no puede ser peor: cada vez hay más personas mayores, y menos críos jugando en los parques públicos. Este descenso en picado hizo saltar las alarmas el año pasado con la siguiente noticia: “El primer semestre de 2018 registra el menor número de nacidos desde 1941. La cifra de fallecidos también marca un récord: es la mayor desde ese año”.
Imagino que antes de la fecha, políticos, sociólogos y expertos diversos, estén sobre la pista del por qué se dan menos nacimientos, aunque me voy a permitir (espero disculpen la licencia que me otorgo) decírselo yo en tres palabras: economía, sueldos y ayudas. Cuando hablamos de niños y también de mayores solemos mirar hacia el norte de Europa, desde lo que hace al respecto Alemania, Dinamarca y no digamos Suecia o Noruega, que son tachadas como las naciones referentes del bienestar social y ciudadano. Los jóvenes españoles se lo piensan dos veces, ¡claro está! Si las finanzas familiares andan como andan con los que ya hay a la mesa, verdaderamente es para pensárselo muy bien en la responsabilidad que adquieres a la hora de tener un hijo. Y es que en España se habla algo, poquito, del problema, pero no se aportan soluciones reales y concretas para ayudar de verdad a los futuros padres, y lo que se les viene encima en cuanto a nuevos gastos, para los que no tienen suficientes ahorros, sino es tirar, como siempre, de la ayuda familiar y los famosos y queridos abuelos que echan un cable en todo lo que sea menester. Pero, ¡oiga,l esto no es cultura de natalidad, y a lo mejor es que no he leído suficiente los programas electorales de las últimas elecciones, de todas, pero les aseguro que no recuerdo ningún debate televisivo del que se pueda concluir que hay decisión de afrontar este asunto, que por supuesto califico de gravísimo. Muchas cosas tienen que cambiar para darle la vuelta a la tortilla de la natalidad. Tenía conocimiento de algunos “declives” en los que estamos inmersos, pero me entero ahora que lo que ocurre con la falta de nacimientos se define también como declive demográfico. ¡Y tan panchos!