La entrevista que concedió, en chanclas y bañador, deja en evidencia las abundantes lagunas, mares y océanos de su formación intelectual. Se puede ser el Cervantes del balompié, y el Picasso del fútbol, genios irrepetibles e irreversibles siendo al mismo tiempo el chiquito Leo. Messi dibuja el juego tal como le diseñaría el mismísimo Le Corbusier. Y le pinta con idéntica maestría a la que utilizaría Rembrandt. Es un genio esférico: le mires por donde le mires, es un genio.
Pero Leo sigue leyendo poco y mal. Acostumbrado a protagonizar los titulares, esta vez tampoco leyó la letra pequeña. El rosarino en chancla blanca quiso convencernos de que ama al Barcelona por encima del dinero. Pero todos sospechamos todo lo contrario.
Leo sigue contra su voluntad. Su padre vino a echar cuentas por él y se dio cuenta de que nunca le echarían gratis del Barça. El astro que hace hablar al balón, el poeta del regate y el taumaturgo del gol imposible, permanecerá en cartel una temporada más.
Messi ha vuelto esta semana a los entrenamientos, incapaz de irse a otro club. Las pulsaciones de la afición culé han regresado por fin al entorno de las 65 por minuto. Todo sigue igual. El Barcelona tiene menos proyecto que una choza. Su primer fichaje se llama Trincao, la perfecta metáfora del negocio del fútbol. Ese mundo al que Leo, tampoco dado a leer, a convertido en su propio planeta. Quizás por eso, a veces parece un marciano.
@JAngelSanMartin
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