No es menos cierto que alguien ha comparado el cerco policial que se implantó en el barrio con el intento de recoger agua con una raqueta de tenis, o sea, muy permeable, vaya.
La Inmobiliaria es una “bomba de relojería social”. Algo no se ha hecho bien cuando no se ha logrado una integración real de la población inmigrante. No hemos conseguido que la mayoría de los ciudadanos del mundo que llegan a la ciudad la sientan como propia y amolden su vida a nuestros usos y costumbres. Si paseamos por la Inmobiliaria es muy habitual descubrir grupos de distintas razas, países y religiones diseminados por esquinas, plazas o establecimientos, formando núcleos cerrados, sin apenas contacto entre si.
No se pueden consentir ciertas costumbres importadas y deberían amoldarse a nosotros y nuestras leyes. En nuestro país no se puede permitir que se practique la ablación del clítoris a una niña, por motivos religiosos, ni se lapide a una mujer adúltera, por la aplicación de una ley machista.
Del mismo modo deberemos esforzarnos en que la población inmigrante asimile nuestras normas, derechos y obligaciones, que en la actualidad pasan por el uso obligatorio de la mascarilla, la no masificación en reuniones sociales o familiares, el uso exhaustivo de hidrogeles y jabón en nuestra higiene, etc.
Para esto, como para otras cosas, buceemos en la sabiduría popular: “donde fueres, haz lo que vieres”.
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