Columna escrita por Miguel del Río
La historia siempre se repite en España, con la incapacidad de contrarrestar las consecuencias de las olas de frio (la nieve y el hielo), al igual que pasa con las subidas de la electricidad y el gas en los momentos de crisis más inoportunos. Como no podía ser de otra manera, empezamos así este 2021. Arreglar el asunto de la energía siempre ha estado sobre la mesa de los diferentes Consejos de Ministros, que se han venido relevando dentro del poder ejecutivo nacional. La terminología de tarifas, conceptos que incluye el recibo de la luz, los kilovatios y ahora el Operador del Mercado Eléctrico, son expresiones del lenguaje energético que no llegan a la comprensión del consumidor, como es mi caso. Aquí de lo entendemos está referido al bolsillo, y que los sueldos no se mueven, pero las facturas de todo sí que lo hacen, y siempre al alza.
La coincidencia además este año de las subidas con los termómetros bajo cero en muchos puntos de la geografía española pertenece al género de lo absurdo. Aunque todo el mundo echa balones fuera. Las compañías energéticas dicen que lo pueden hacer porque la regulación del sector lo avala. Los Gobiernos, por el contrario, pueden intervenir en lo relativo a tarifas que se disparen, y rebajar los impuestos derivados de las mismas (el IVA), pero resulta más fácil decirlo que hacerlo.
Bastaría con asumir la nueva crisis económica en ciernes para tenerlo muy en cuenta respecto al precio de las energías. Solo hay que pararse en lo que ocurrió en la anterior crisis, recuperar memoria, y recordar lo que sucedió con el duro invierno y los hogares españoles que no podían permitirse el lujo de encender la calefacción. Una vez más, la gran preocupación debería fijarse en las personas mayores. Que no tengan que pasar frio y penalidades en una sociedad que todavía se ampara en el emblema del bienestar. Ese confort en el hogar siempre ha tenido la incertidumbre de pasar los inviernos calientes, gracias a utilizar los radiadores. Es penoso que en este inicio de año, además del Covid, tengamos que estar preocupados por usar la energía imprescindible para que no nos den un sablazo en la factura.