Columna escrita por Miguel del Río
Somos europeos, pero no me llegan tantos escándalos del resto del Viejo Continente, referidos a que se pongan las primeras vacunas contra el Covid a grupos sociales que no les corresponde. De España, sí. De España me llegan muchos casos, en hospitales, ambulatorios, con el consiguiente conocimiento de cargos y nombres, que la han recibido sin que fuera su turno. Evidentemente, el enfado entre mucha gente es mayúsculo. Puede que coger atajos en todo tipo de cuestiones sea muy de aquí, pero deja patas arriba la coordinación oficial y sanitaria para la distribución de las dosis.
A posta, quiero recordarles quienes son los primeros que han de recibirlas: nuestros sanitarios. Que a estas alturas los haya que aún la esperan, estando en primera fila de la lucha contra el Coronavirus, no tiene un pase. No lo digo yo. Lo dicen desde los mismos colectivos en que se agrupan todos estos profesionales, al tiempo que incluso llegan a denunciar que reciben vacunas personas ajenas a los hospitales. ¡Oigan!, que esta gente se la ha jugado desde el minuto uno, mientras los demás estábamos en casita, para mayor seguridad de esquivar al bicho. ¡Oigan!, que muchos de estos profesionales de la sanidad han llegado incluso a padecer el rechazo de sus vecinos, no contentos con que, tras acabar su espantosa jornada laboral en el hospital, regresaran a su hogar para descansar.
Por eso, quienes son depositarios de las vacunas deben ser absolutamente escrupulosos en su reparto. Es lo que se espera además de una pandemia, y no que parezca que hay desbandada general en busca de recibirla antes que los demás. Desde el principio del Coronavirus, y en España, el marketing se ha impuesto para darle la vuelta a las cosas; en ocasiones hasta yo he tenido dudas, al parecerme negro algo que era blanco. Visto todo lo visto, la eficacia Covid debería ser ya una obligación para países y Gobiernos. Sobremanera, en nuestro caso concreto, empezar por parar esta mala tendencia de proveer de vacunas a quien no se debe, y sí inyectar a los casos más urgentes establecidos, dentro de esta desgracia que nos toca vivir.