En pleno Covid, la mejor manera de dar sensación de normalidad, era que los chavales estuvieran aprendiendo en las escuelas. Fue una buena medida, no como el resto de la gestión sanitaria de la pandemia, que deja, aún, mucho que desear. Si 2020 y 2021 han sido años malos de solemnidad, Putin nos ha avinagrado este 2022, porque todo se ha encarecido hasta extremos insoportables, y a la vuelta al cole y los gastos extraordinarios que conlleva se suma al estrés de las economías familiares, suficientemente extenuadas ya, por el precio de los alimentos, la luz, el gas o la gasolina.
Las familias han querido pasar el verano bien, ¡ya era hora, además! Pero llega el momento de la verdad. Emprendemos la cuesta de septiembre aunque suene más la de enero, que esa será otra historia. Los alumnos regresan a las aulas, y que si los libros, los cuadernos, la mochila y demás utensilios de lo educativo. En resumen: que se vacían las carteras de los padres más aún de lo que ya lo están. Son estos los momentos en que habría que palpar directamente las ayudas oficiales, ahora que hay tantas, como el billete de tren o el Bono Cultural Joven, aunque lo del coste de los libros para el colegio merecería de una mayor atención gubernamental, que no existe.
Mucho se ha hablado durante el verano de lo que podía venir en otoño. Una vez más, tengo ocasión de comentar que ¡ni idea!, porque con todos los dispendios del Gobierno de España, no pareciera que hay crisis alguna a la vista. Pero la vuelta al cole va a ofrecernos datos sobre la auténtica realidad de la economía, y las prioridades que los españoles nos damos, estando al frente de todas lo del cuidar el dinero, porque escasea en los bolsillos. Es costumbre asumida que cada nuevo curso escolar resulta caro de asumir. Pero este año lo va a ser más, por la subida general de todo. No deja de resultar paradójico que a los niños aprendan a sumar, restar y dividir, básico en toda economía, y la nuestra, la de país, se encuentre a punto de entrar en la UVI.