Pagando lo que pagamos en los hogares por la factura de la luz, nos hacemos perfectamente idea de por lo que están pasando las empresas, poder fabricar, y que los beneficios no se los lleve el Estado y las energéticas. Los intentos en España, no ya de rebajar, sino simplemente de moderar los precios de la luz, el gas o la gasolina, sencillamente, han fracasado. Y pudiera parecer que los consumidores nos hallamos acostumbrado a esta deprimente situación económica, pero en absoluto es así. Cada mes, los precios de todo suben un poco más. Ya lo notamos abruptamente en las carteras, porque las cosas valen el doble, y las quejas vienen tanto del lado de quienes producen como de los compradores.
Ganaderos, pescadores, camioneros, panaderos, hosteleros, factorías de lo más diverso… No hay sector económico que no clame y, de seguir así, avise de lo que está por venir: el cierre. No paran de anunciarse Ertes, parones en las fábricas de lo que sea, descenso en pedidos, ventas, y peligro constante para los puestos de trabajo. No es que el Gobierno no reaccione, pero no sé si aprecia con suficiente nitidez el panorama creado, y que puede llegar un momento en que echar el cierre a los negocios sea irreversible. Estas Navidades van a ser el banco de pruebas de lo que hay. Un año más, los grandes almacenes adelantan la campaña de ventas. Llegará un día en que nada más terminar el verano, nos veamos las caras con el turrón y los polvorones. No denoto optimismo en el sector de la distribución, acerca de que vayan a darse bien las ventas de final de año.
Los consumidores hemos entrado en un cambio de hábito en la compra, porque hoy 50 euros ya no dan para nada. Ante lo cual, nos mostramos reacios a pagar el precio que nos piden. Y no compramos. Se nota en todo. Por eso cada día suena una alarma en tal o cual sector, voy a poner por caso los panaderos, que lanzan un SOS de que, con lo que ocurre, más pronto que tarde apagarán para siempre los hornos. El grito al vacío de desesperación es ya ensordecedor. Mientras, la respuesta oficial se comporta como si no oyera nada.