Mientras los españoles pasan frio en sus casas, al no poder encender la calefacción, se puede decir que no existe sensación entre los ciudadanos de que la Administración en general cumpla con su plan de ahorro energético, como se exige a una población que está cogiendo en sus propios hogares más catarros que nunca. Ya es triste tener que estar en tu casa con bufanda, gorro y guantes, pero no se aparten para nada de esta imagen, ya que es la que se visualiza a través de miles de casos que, de un día para otro, se suman a la larga lista de personas que necesitan ayuda para poder sobrevivir.
Si pones la tele, y te enchufan semejante riada de anuncios oficiales en los que todo es y va inmejorable, entonces no estamos hablando del mismo país, España, que pasa frio. Muchos fondos europeos, muchas ayudas del Gobierno, pero lo cierto es que, como miembros de la Unión Europea, no hemos sido capaces de asegurar un invierno mínimamente confortable. Cantidad de españoles han asumido, a la fuerza, la medida de vivir de espaldas a los aparatos calefactores, cuando el termómetro experimenta las lógicas bajadas de un mes de diciembre. Para demostrar con hechos que el plan de ahorro energético es poco menos que un dossier que presentar a la prensa, las ciudades y sus correspondientes calles son ahora todo un alarde de luces navideñas. No digo que haya que suprimirlas, pero tampoco aumentarlas con respecto al año anterior. Una prueba más de que, como se piensa, los planes están para no cumplirlos, y más aquí.
Habrá quien opine que lo importante de alcanzar la eficiencia energética es que empiece a rodar como tal, hasta que cale. 2023 se plantea año clave, tanto en cuanto se anuncie oficialmente en Europa una recesión, o se siga sorteando el camino económico pedregoso que ha dejado la Guerra de Ucrania. Hasta entonces, todos, repito, todos, deberíamos dar ejemplo de un buen uso de las energías, y no apreciar que los que pueden pagarlas disfrutan de ellas sin control, y los que no, pues a dormir con tres mantas.