Sé ya de bastantes personas que no comen ni cenan viendo las noticias por televisión. Evitan así cabreos e imprevistos atragantamientos, mientras se digieren las viandas. El mundo parece estar peleado con las buenas noticias, a pesar de que nuestra forma natural de ser se inclina por la preferencia de escuchar mucho de positivo y poco de negativo. El precio de los alimentos, la crisis en general, todo lo que exige, y consigue, el insaciable Gobierno Catalán y, especialmente, las provocativas declaraciones de confrontación con las que nos encontramos en todos y cada uno de los telediarios. Son más problemas que los anteriores, pero resulta entendible que la elección de muchos sea enterarse de las cosas que pasan, pero sin necesidad de meterse el atracón de noticias irritantes que pueden darse en cada jornada. Con los problemas de cada casa, más estrés, más ansiedad, ¡como que no!
Debemos contar también con la cantidad muy numerosa de noticias falsas que se ponen en circulación, algo que igualmente tiene enfadados a los ciudadanos, preguntándose dónde queda la credibilidad y veracidad de lo que leen (prensa), ven (teles) o escuchan (radios). Se quiere encubrir desde los gobiernos de turno, aunque la manipulación y la mentira campan a sus anchas. Negar la mayor se ha convertido en comportamiento habitual, y no es aceptable. No se puede consentir. Los medios, especialmente las televisiones, deberían hacer las cosas bien, de acuerdo al código ético periodístico, y no esperar, como sucede cada vez en mayor medida, que en las redes sociales se pida el boicot a tal canal, a un programa o profesional concreto del medio que sea. Esto tampoco es aceptable, y jamás participaré de semejantes actitudes de intolerancia.
Aunque el hartazgo es morrocotudo. Se dice que tras el Covid nada es igual. No lo sé. Lo que sí sé es que fue durante el Coronavirus cuando más creció la manipulación y falsedad de datos, y pensar que los ciudadanos somos tontos y nos creemos lo que sea. Y todo esto sale después por las televisiones, con las personas que lo cuentan al revés, hasta llegar a un momento, el actual, en que muchas personas han dicho ¡basta!