Estamos ahora sobrados de referentes (es ironía pura), como para perder a alguien de la talla humana y profesional de Pepe Domingo Castaño. Es cierto que comparto con él profesión, pero no le recuerdo por gremialismo, sino por auténtica admiración y respeto. Desde su repentino fallecimiento, se ha dicho todo desde el punto de vista profesional. Era único, de eso no hay duda. Pero mediante estas sentidas líneas me gustaría pararme en la faceta humana, en su ecuanimidad, que le hacían ser persona que caía bien a todo el mundo. ¡Casi nada! Hay tanto odio y rencor hoy esparcido por todas partes, que se hace del todo incómodo decir adiós a una sola persona que propaga el buen rollo y la felicidad. A alguien que genera semejantes vibraciones, nunca se le olvida, y más si se llama Pepe Domingo Castaño.
Por ejemplo, en España. Todos los que están enzarzados entre sí, que no paran de insultarse a la mínima oportunidad, pues se han puesto de acuerdo a la hora de valorar la figura de Pepe. Hasta en su despedida definitiva nos ha hecho el favor de reconciliarnos por unas horas, dentro de la profunda tristeza que nos ha producido la muerte de tan genial comunicador. Era una persona que transmitía buen rollo. Si de algo me quejo últimamente en todos mis artículos es de la desazón que se nos crea a diario a los ciudadanos con todo tipo de malas noticias, que se podrían evitar. Hoy nos suben la hipoteca, y se pone también imposible pedir un crédito, y mañana nos meten a calzador una amnistía para Puigdemont y sus secuaces. Hay otra cosa que quiero destacar de Castaño. Le quería todo el mundo, pero no tragaba con ruedas de molino. En su recuerdo, este es un mensaje que debería renacer dentro del periodismo, que vive en España sus horas más bajas desde que yo soy periodista, hace ya cuarenta años. Con tanta manipulación, tendenciosidad e ideología partidista como impera, Pepe Domingo Castaño jamás perdió el respeto y la fidelidad de su audiencia. Decir esto, es lo más grande que se pude resumir de alguien como él. En nuestro país, ante un hecho doloso, somos muy dados a exclamar eso de nunca lo olvidaremos. En la mayoría de los casos, por no decir todos, es mentira. Pero Pepe será recordado, por siempre. Descanse en paz.