Hay aspectos comunes en todas las regiones que generan un similar rechazo, y que ninguno de sus gobiernos quiere padecer. Están los datos periódicos del paro, las listas de espera sanitarias, la discriminación del Estado en invertir en infraestructuras, más en unos lugares que en otros, o que se esté en los últimos lugares de una clasificación que tiene que ver con gozar de mayor o menor bienestar y satisfacción general, máxime si apunta a los jóvenes. A Cantabria le acaba de suceder tras conocerse que es la comunidad española en la que peor lo tienen los jóvenes para independizarse de sus padres. Realidad tan penosa y rotunda parte de unas conclusiones del Consejo de la Juventud de España.
Se trata de un estudio efectuado por el Observatorio de Emancipación (en este país hay observatorios para todo) del que se desprende que, en el primer semestre de 2023, solo un 11% de los jóvenes cántabros habían logrado vivir por su cuenta, empezando por alquilar, compartir y no digamos comprar una vivienda (sin ayuda familiar, imposible). Mientras, en el conjunto de España el mismo dato sube hasta el 16,3%.
El panorama tan oscuro que hay en Cantabria con lo de emanciparse, no se puede contar de otra manera, está encadenado a otro hecho calificable como injusto. Hablo del salario de nuestros jóvenes y que es el cuarto más bajo dentro de todo el Estado. Es decir, que si no ganan ni para comprar comida o echar gasolina a su coche (de tenerlo), ¿cómo van a alquilar piso? Me gustaría pensar que esta situación va a cambiar, pero con este soniquete, defraudándoles, llevamos años. Es vergonzoso que las instituciones que han de generar riqueza y perspectivas se instalen en el discurso de que las actuales generaciones ya no van a poder comprar un piso, como antes hicieron sus padres y abuelos. ¡No hace falta que lo juren!