Mientras el Gobierno huele a amoniaco (canta, exuda aromas), algunos ministros y títeres de otros partidos del acuerdo gubernativo postean, que no es tener la cabeza como un poste, aunque quizá también, sino que pasan el tiempo escribiendo sus chorradas en las redes a cuenta del peculio general, en horas de trabajo. Y parecen divertirse a tenor de lo mucho que disfrutan, porque alguien que tiene de profesión la de reírse en sus ratos libres ha debido decirles que escriben como dios (permitan la minúscula) porque Dios (ahora sí) escribe derecho con los renglones torcidos. Así pasan la vida los del bolsillo sonante, en tanto la basca paga impuestos, y cada vez más y en mayor cuantía.
Pero el Gobierno está confiado porque la gente, hastiada de tanta Indecencia, parece dormir del todo o dormita como un gato con las uñas retraídas. Y sabido es que cuando el gato duerme los ratones bailan. Pongan ministros en su lambada siniestra y cerrarán la ecuación de lo que sucede en España, donde el caso de corrupción que se investiga hoy quedará sepultado por el de mañana, y este por el de pasado mañana. Así sucesivamente hasta el final de los tiempos o hasta que el presidente salga del búnker de Moncloa, dé una conferencia de prensa con preguntas -no las farsas habituales- y despeje el camino hacia un horizonte más honorable, lo cual supone un eufemismo de váyase por donde ha venido.
En un contexto normal, estos del dedo fácil no aguantarían un duelo en OK Corral. Porque cada vez que un diputado de la oposición les pregunta algo en una sesión de control torean por el pitón afeitado, una lección bien aprendida del propio jefe del Ejecutivo: facha, bulo, fango. O lo que es lo mismo: que cuando sale la fiera -pies para qué os quiero- saltan el burladero y, una vez rodeados de maletillas, insultan al bicho hasta ponerlo verde, como si fuera un Shrek de la política. Dice un teórico que España necesita un cascanueces para separar las buenas de las podridas, pero todo se ha corrompido tanto que lo que precisa es un ‘cascaheces’.