España es como para ponerla ya en manos de psiquiatras. El Gobierno hace muy mal en crear tanta tensión y malestar en un pueblo, al que no consulta decisiones tan decisivas como una amnistía o permitir, más pronto que tarde, un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Tengan la ideología que tengan, con todo el mundo que hablo solo veo cabreo. Eso de gobernar para hacer feliz y próspera a la ciudadanía ha pasado a mejor vida. A partir de ahora, solo nos espera crispación, como si no tuviéramos ya bastante con el precio del aceite y la llegada de un crudo invierno en el que muchos ciudadanos no pueden permitirse poner la calefacción.
Tan digitalizados a la fuerza como estamos, creo que no sería necesario explicar lo que significa el término de trendig topic, aplicado a temas destacados que se tocan en las redes y que alcanzan una audiencia máxima. Pues bien, aquí la tendencia habitual que ha venido para quedarse es provocar, molestar y difamar. Otra cosa que debe hacer un buen Gobierno es sosegar, mediar, también pacificar. Desde luego, en España no se va por este camino. Primero era en Cataluña donde, tras el maldito Procés, las familias no podían hablar de política. Ahora esta rémora se ha extendido al resto del país. Las protestas y los exabruptos se hacen habituales, a la espera de conocer al detalle (¿se sabrá alguna vez toda la verdad?) lo pactado para llegar a una investidura. Macabro camino el que tenemos por delante en este país, cada vez más fraccionado. Despreciar la lección ética y moral de que en la vida traspasar líneas rojas no lleva a nada bueno, es el peor capítulo que acabamos de escribir en nuestra historia reciente. Conocido el pacto definitivo para la conformación de un nuevo Gobierno, como en el cine, solo queda la expectación. Pudiéramos desear, yo lo hago, que las aguas vuelvan a su cauce de democracia plena, con respeto institucional, división de poderes, y no ofrecer ni dar al contrario lo que no se puede, porque solo corresponde a la soberanía del pueblo. Nos espera un tiempo de oscura incertidumbre donde veremos si el desasosiego aumenta o desaparece. Menuda virtud la de aquellos que viven con mente fría.