Hace nada me mandaron por wasap un video en el que un conferenciante, con auditorio juvenil, hablaba de la auténtica historia de tener o no tener casa propia en este país nuestro. No lo pudo explicar mejor. Lo relató así: “En la España de los años 80, nuestros abuelos, trabajando en un bar, podían comprarse casa y también un apartamento en Torrevieja; ya en los 90, no pudieron hacerse con esa segunda residencia, tan solo tener su piso; y en los años 2000, de vivienda nada, y tuvieron que alquilar; a partir del 2010, llegó lo de compartir habitación”. ¡Buenísimo! Y tan real como como que este periódico se llama Nuestro Cantábrico.
Otra conclusión a extraer es que una cosa son los relatos gubernamentales falsos, y otra muy distinta la verdad de lo que sucede a nuestro alrededor. Alquilar vivienda en España está imposible. Si ya estaba mal la cosa, tanto la Ley de Vivienda como los pisos veraniegos ilegales de alquiler, han venido a complicarlo más. Con los sueldos que tienen los jóvenes, no pueden hacer otra cosa que seguir en casa de sus padres, o compartir esa habitación que comentaba el conferenciante que hablaba a aspirantes a independizarse. Hoy no solo son los precios tan altos. Es también que encuentres posibilidades de vivir en condiciones dignas y por un tiempo de contrato razonable. Si las buenas palabras se las lleva el viento, yo no veo en España atisbo de que la cosa mejore para los jóvenes, que tampoco protestan civilizadamente por nada. Los primeros en reivindicar acerca de sus problemas deberían ser precisamente ellos. Con los sueldos mileuristas que perciben, han de hacer milagros, incluso para comprarse la comida. Dentro de toda sociedad, antes se hablaba de ricos y pobres. Ahora los matices son más retorcidos. Como este: los que tienen casa en propiedad y los que no. O este otro: los que no pueden alquilar un piso y tampoco una simple habitación. De seguir con energías, como la calefacción, o aceite para cocinar, sería un sin parar. A diario me pregunto dónde está esa economía boyante que nos pintan. Debe ser que también se quedó en los años 80 y 90, cuando se podían comprar los pisos y las segundas residencias en Torrevieja.